De palabras vengo a hablar,
pero no de cualesquiera,
sino de las que una espera
de un hombre un día escuchar.
nombradas como al azar,
pueden hacernos temblar,
sentirnos casi divinas,
especiales y sin par.
que todas vamos parejas,
chicas, jóvenes y viejas,
perdemos las convicciones
si nos calientan la oreja.
tu sangre se arremolina,
te hinchas, te pones hueca,
pareces una gallina
cuando se pone clueca.
tu cuerpo se desmelena,
te derrites anodina
cual si fueres margarina,
¡qué blandas somos! ¡qué pena!
y él te murmura “mi cielo”
se te va la sensatez
y las bragas caen al suelo
(perdón por la ordinariez,
permítamela una vez).
Pero la más sugerente,
la que la palma se lleva,
es “princesa”, obviamente;
si no lo crees haz la prueba
Suena como una caricia,
que seduce y embelesa.
Suerte tiene la patricia,
que a Felipe, con pericia,
le supo dar cama y mesa;
pues además de Letizia
todos la llaman princesa.
Y también nos emociona
cuando nos dicen “preciosa”,
linda, guapa, y hembra hermosa.
Todo lo que te menciona
a tu antojo lo interpretas;
aunque te llamen jamona
obtusa o incluso mona,
con mucho gusto lo aceptas,
pues de su boca proviene
y el amor, es lo que tiene,
ciego, sordo, y con caretas…
aunque suena más formal,
más de pareja con niño
en régimen conyugal.
mi vida, churri, o bombón;
o con suerte te proclaman
reina de su corazón.
Y alguno, más atrevido,
una palabra se inventa
y te la dice al oído,
o la escribe, enardecido,
y tú, siempre tan contenta.
que siendo tan cariñosa,
la palabra, tan hermosa,
todas, todas, las setenta,
nos dicen la misma cosa:
en el fondo, "la parienta".
viernes, 1 de febrero de 2008
Una palabra de amor te convierte en triunfador.
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