jueves, 7 de febrero de 2008

Parecía baladí, pero está dando de sí…

A ver si lo he entendido…
Que si yo escojo marido
es por que así me lo ordena
la feromona exigente…
Lo que una por dentro siente,
toda esa marimorena,
¿es por una hormona obscena
que elige a un macho dispuesto
con su pene siempre enhiesto
que asegure descendencia?
¿eso dices, en esencia?

¿Y mi voluntad humana
en nada de esto interviene?
(la rima me exige “pene”
y por que me da la gana
lo pongo, que me entretiene)

¿Y todo eso nos hace
la santa naturaleza?
¿Perder hasta la cabeza
por conseguir un enlace?
Eso justificaría
lo del sexo y la pasión,
la lujuria, el calentón,
la promiscuidad impía.
Pero, ¿y el resto del día?
¿también tiene por misión
lo de la copulación?

No dudo que en algo influya
lo que dices del instinto
(la biología es muy suya);
sobre todo en la elección,
el género es variopinto
y debe haber selección.
Pero la razón no encuentro
de que deba ser el centro
de toda la relación.

No se debería mezclar
el sexo con el amor.
Pretender justificar
el cariño y la ternura,
porque lo exige natura
en su afán repoblador,
me parece una postura
de animal depredador.

Y mostrando mi ignorancia,
me surgen algunas dudas...

¿Y el encendido a distancia?
(no lo niegues, no lo eludas,
existe y tiene importancia)

¿El instinto es del ser vivo
sólo por así nacer?
¿O del macho es exclusivo
tan rijoso proceder?

¿Tiene mucha relevancia
ese instinto en la mujer?
¿Estamos siempre dispuestas
limpias, contentas y prestas
a que nos veas desnudas
para que tú, ardiente, acudas
a procrear con placer?
¿Eso suele suceder?

¿Y el instinto no se gasta,
se agota, no dice basta?
¿Y cuando no hay munición,
no resultaría nefasta
la ley de conservación?

¿Y en la homosexualidad?
¿el instinto se equivoca?
¿Natura se vuelve loca?
¿Acaso es enfermedad?
¿conoces tú la verdad?

Y no sé por qué pregunto
siempre tanto y no me canso;
será por hacer el ganso;
Nunca contesta al asunto.
Sólo dice fin y punto.
(No sé cómo aún le ajunto).

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