lunes, 18 de febrero de 2008

Y ahora el segundo combate: no debí meterme a vate.

(Esta rima debería
haberla copiado ayer,
hoy no pega.
Que ahora se queda fría
y nada tiene que ver;
tarde llega.)

A esta forma de rimar,
tu pensamiento anticuado
viene al pelo.
La mujer siempre ha de estar
en casa con “pie quebrado”,
¿y un buen velo?.

En esa actitud machista
y en ese esquema mental
yo no quepo.
Por mucho que se resista,
se libera el neandertal
de su cepo.

Sabes que soy hacendosa,
que friego, plancho, que coso,
y cocino.
Y que soy muy orgullosa,
que de cólera reboso
si no atino.

También leo, y aun escribo,
y no me tengo por boba,
no lo soy.
Por eso no es de recibo
que me mandes con la escoba,
no me voy.

Se reclama a la mujer
que sea una supernena,
que deslumbre.
En su trabajo ha de ser
la mejor y la más buena,
en la cumbre.

También quieres, exigente,
que sea mujer hacendosa
en la casa.
Luego la reclamarás decente,
bien honrada y cuidadosa
que eso pasa.

¿Y qué será lo siguiente?
¿la querrás habilidosa
en la cama?
¿o sumisa y obediente?
¿o qué se convierta ansiosa
en tu ama?

¡Y además quieres que rime
y que me salga perfecto
y elegante!
Eso sí que me deprime,
que parezcas tan abyecto
y maleante.

¿Esto es lo que querías
conseguir con tu aguijón?
¿el combate?
Pues venga, más tonterías,
sigamos la discusión,
y el dislate.

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