martes, 5 de febrero de 2008

Fin del enamoramiento: no es para tanto, disiento.

No te había contestado
al discurso dedicado
al final del amorío
porque tiempo me ha faltado;
así que, aunque tardío,
aquí mismo te lo envío.

¿Qué pasa, que no conoces
del amor todas las mieles?
¿Pretendes que a los claveles,
versos, amor y oropeles,
le siguen pronto los roces
mal humor y recias voces?
¿Que luego vienen las coces,
el amargor y las hieles?

Una vez más, compañero,
no estoy de acuerdo contigo,
así que a ver si consigo
convencerte con salero
(al menos, con mucho esmero
voy a intentarlo; prosigo)

Algo de razón ya llevas
cuando hablas del final;
pues después que te amancebas,
te enamoras, tal y cual,
enloqueces, te sublevas,
construyes tu Taj Mahal,
y todo lo que te atrevas,
sucede lo inevitable.
Y es que se va consumiendo
la sensación agradable;
la mujer tan adorable
al fin, ya no lo va siendo,
y el señor tan estupendo,
se convierte en aceptable.

El tiempo, que todo cura
no hace sino transformar
aquella hermosa locura
(bendita, absurda o lunar)
en relación más madura,
y que se pueda llevar.
Las exaltadas pasiones
van quedando amortiguadas
por la costumbre, y cambiadas
por distintas ilusiones,
sentimientos y emociones.

Nace así la confianza,
la amistad y compañía,
como una estrecha alianza
que se logra día a día
con fortaleza y templanza
(y déjame que me ría
y que me lo tome a chanza
que este trozo me ha salido
como de sermón manido
de cura muy aburrido;
mi intención esa no ha sido)

El caso, y a lo que iba,
(que me despisto enseguida
y luego ya se me olvida
la perorata o diatriba)
es que el dichoso final
de tanto enamoramiento
no es trágico ni fatal;
y además, es más bien lento.
Es un desenvolvimiento,
un cambio o evolución,
un devenir natural
que no causa depresión;
sustituye la pasión
por algo que es más normal.

Y pocas veces ocurre
que tu amante te abandone
(será que mucho se aburre
el que a tu lado se pone)
Quizá sufriste experiencia
que te haya dejado huella;
quizás alguna doncella
huyó de ti, con prudencia,
causándote gran dolencia.

Pero no es lo acostumbrado,
y no lo generalices,
y no toques las narices,
y no seas desalmado
¡que disfrute de su amado,
y que coma sus perdices
el lector emocionado!

Y ahora más te valdría
dedicarte con porfía
a seducir a tu amada,
que se sienta subyugada,
protegida, conquistada..
usa tu galantería,
y del amor verdadero
disfruta con alegría.
Que ya estamos en febrero,
y de Cupido es el día
el catorce, todo entero.
Si no eres un chico malo
¡ya puedes comprar regalo!
(se admite una poesía,
flor, bombones, monedero,
libros, o incluso un llavero
¿captas la fina ironía?)


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