viernes, 8 de febrero de 2008

El docente y la decente, ella asiente y él disiente.

Permíteme que me ría
a mandíbula batiente,
con toda esta tontería.
Que los dos, ardientemente,
defendemos a porfía
una absurda teoría
sobre el instinto y la mente;
y de uno a otro varía
por discrepar, obviamente.

Pareceré estrafalaria
pero me da el subidón
con todo este mogollón
y esta disputa farsaria.
Si tienes una opinión
yo sostengo la contraria,
y si me das la razón,
por seguir la discusión
me convierto en tu adversaria
(aunque no sea necesaria,
es una aclaración).

Tú dejas de hacer el oso,
y ahora yo voy a empezar.
Tardabas mucho en sacar
el concepto religioso,
y al clero entero achacar
tu ánimo libidinoso.
Satán, tan impopular
es capaz de transformar
al célibe en lujurioso,
al puro en voluptuoso
y al más casto en licencioso.

Y lo que más me ha gustado
es lo de buscar amparo
ja ja ja ¿tendrá descaro?
hasta el fondo me ha llegado.
Ya me imagino la escena:
la mujer desamparada,
desvalida, dando pena
indefensa y empreñada
(puesto que de eso se trata)
esperando que su macho
traiga algo para el gazpacho
o tortilla de patata,
y prepararle la cena.

El hombre, ese cazador
que ha de buscar buena cueva
-de segunda mano o nueva,
que proteja cuando llueva-
para demostrar su amor.
Y ella, paciente y sumisa
le tejerá una camisa,
y parirá con dolor
otro pequeño traidor
de intención aún imprecisa.
Te aseguro, compañero,
que eres excepcional,
que me gustas todo entero,
que la risa no es casual,
y que te asoma el plumero,
y el talante neandertal...
(y un beso, de hembra fatal
que te condene certero
y te lleve en viaje astral
a casa "Pedro Botero")

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